Cuando empezó el confinamiento ninguno sabíamos cómo seguir la vida. Muchas preguntas se han tenido que responder desde entonces. ¿Cómo recibirán educación los niños en casa? ¿Cómo continuaremos trabajando a la vez que asistimos a nuestros hijos en sus tareas escolares? ¿Cómo hacemos para no contagiarnos de COVID-19? ¿Cómo mantenemos nuestros negocios sin poder salir a trabajar? ¿Serán promovidos de grado nuestros hijos? ¿Se podrán graduar los estudiantes del último año? ¿Cuándo será seguro regresar a clase? Todo parecía y parece aún tan nublado. Aunque poco a poco hemos ido resolviendo cada interrogante, muchas preguntas siguen sin respuesta, así como nuevas preguntas han surgido. En este artículo, expongo una pregunta que ha rondado en mi cabeza todo el confinamiento y a la cual estoy empeñada en encontrar una respuesta. Pero me pareció importante compartirla porque todos debemos estar anuentes al cielo nublado en las calificaciones de nuestros hijos. Si eres docente y al final del post te convences de intentar mi propuesta, escríbeme.
En la escuela las evaluaciones son el pan diario de cada día. Los docentes evalúan todos los días a nuestros hijos de diferentes maneras y con distintos propósitos. A veces, el propósito de las evaluaciones es retroalimentar a nuestros hijos para que mejoren su desempeño; ese es el caso de las evaluaciones formativas. Otras veces, el propósito de las evaluaciones es sumativo. Por lo general cuando este último es el propósito de la evaluación, los docentes y las escuelas utilizan pruebas “objetivas” o exámenes para calificar, promover o certificar. Las pruebas o exámenes son herramientas para obtener el conocimiento o competencia de los estudiantes y traducirlo en un número al que comúnmente llamamos “calificación” o nota. Las calificaciones o notas a su vez son el recurso con el que los docentes dan fe pública de que nuestros hijos adquirieron las competencias del grado.
Quienes tienen acceso a internet y a suficientes dispositivos en casa, probablemente han tenido la experiencia de que sus hijos hayan hecho exámenes por internet, probablemente simulando los controles que los maestros imponen en las aulas. Por ejemplo, grabar videos de los niños realizando alguna tarea donde se evidencia que nadie lo esté ayudando o llenar exámenes en una computadora mientras son grabados por detrás con otro dispositivo para mostrar que nadie lo ayuda y que nuestro hijo no usa el internet para encontrar las respuestas. Sin embargo, a pesar de la creatividad para realizar pruebas objetivas a la distancia, no me dejarán mentir que es casi imposible controlar las condiciones en las que los niños toman las pruebas en casa.
Cuando se elabora examen, se hace bajo el supuesto que esta herramienta estimará la competencia “real” del estudiante en determinada área. Así, por ejemplo, al elaborar la prueba de bimestre de matemática, el docente asume que con ésta capturará la competencia que los niños hayan adquirido en esta área y que la calificación en la prueba representa dicha competencia. De manera que, cuando el padre de familia y el estudiante reciban la nota del examen, perciban que la calificación corresponde con el conocimiento o competencia de matemática de su hijo. Sin embargo, capturar la competencia real en una prueba no es tarea fácil.
Cuando un docente elabora un examen, diseña preguntas que permitan capturar las competencias que sus estudiantes han estado estudiando. Dichas preguntas tienen cierto grado de dificultad para distinguir a los estudiantes competentes de los que no. Finalmente, el docente prepara un examen con suficiente número de preguntas para que el alumno tenga varias oportunidades de demostrar la competencia. A pesar de lo cuidadoso con lo que se elaboren las preguntas de un examen, se requiere crear condiciones para que nuestros hijos solamente utilicen su competencia para resolver las preguntas y no usen otros recursos. Por ejemplo, los “chivos”, copiar a un compañero y la habilidad de los estudiantes para responder pruebas son factores que puede influir en la calificación de nuestros hijos en sus exámenes. De la misma manera, cuando las pruebas se hacen a través de internet, también hay factores que influenciarán la calificación, por ejemplo la habilidad del estudiante para utilizar las plataformas en línea y los dispositivos. Estos factores adicionales pueden nublar la visión del docente/evaluador para observar la competencia “verdadera” de matemática de nuestros hijos y por consiguiente distorsionar la calificación que recibimos con base en los exámenes en línea.
Tener más nubosidad en los resultados nos trae problemas cuando los propósitos de la evaluación son de dar fe pública a través de una calificación de las competencias de un estudiante. Por ello, algunas mamás o maestros tenemos el sentimiento que nuestros hijos están sacando notas demasiado buenas en comparación con su récord escolar o, por el contrario, percibimos que nuestros hijos están bajando en sus calificaciones por las condiciones en las que toman las evaluaciones por internet o en casa.
Ante esta problemática y siendo una persona que dedica su vida a hacer pruebas objetivas, no dejo de preguntarme si los educadores debemos continuar emitiendo juicios de valor sobre las competencias de los estudiantes a través de pruebas objetivas realizadas en casa y cuando se pueda, por internet. Al igual que con otros temas del confinamiento, yo creo que si podemos seguir evaluando a través de pruebas, pero, debemos modificar algunas condiciones para alejar las nubes del cielo y observar si nuestros hijos están adquiriendo las competencias de grado. Esta es mi propuesta:
- Convertir los exámenes en “retos” y alejarnos del esquema rígido de las pruebas. Mi hipótesis es que esto motivará a los estudiantes a demostrar su competencia en lugar de tratar de hacer trampa para obtener una puntuación esperada.
- Enfocarnos en la competencia y no en la calificación. Si los retos no tienen una calificación, sino un “completado” o “no completado”, el estudiante estará preocupado por completar el reto al igual que sus compañeros y no en obtener el mayor puntaje.
- Lanzar más de un reto en el bimestre. Cuando los estudiantes tengan que completar más retos, tendrán más oportunidades de mostrar la habilidad. Esto dará mayor certeza a los padres y docentes de que el estudiante adquirió una competencia.
Con suerte, cambiar la forma de evaluar nos permita determinar mejor y dar dar fe pública que nuestros hijos han adquirido las competencia este año escolar. De esa forma, no percibiremos que la nota está distorsionada sino bien que está evidenciada y que la evidencia es coherente entre los padres y docentes.
2 replies on “Despejar las nubes del cielo”
Sucede, en este caso, como ha sucedido en las planificaciones, la forma de relacionarse con los alumnos, las expectativas de los papás y su acompañamiento, etcétera.
Los principios educativos que guiaban las acciones y las decisiones de los educadores, siguen siendo los mismos. Lo que cambia es el material y el recurso y, en esta situación, el manejo de la tecnología y el acceso a ella por parte de los alumnos.
Entonces ¿solamente usabas pruebas “objetivas” para calificar y evaluar? eso seguirás haciendo. Si usabas variedad de instrumentos, calificabas productos, procesos y evaluabas las competencias dando retroalimentación personal y orientando a los alumnos para lograr metas personales, eso seguirás haciendo.
El concepto de calificación y evaluación que tengas, intentarás mantenerlo. Personalmente me parece atroz tener esos controles para que no se copien los estudiantes en las pruebas. Centra el interés en un logro efímero y no en ir registrando de unos pasos, unas competencias en construcción. Genera stress y, si siguen usando esas formas, el stress aumenta otro poquito en cuarentena.
La propuesta de “retos” como les llama Leslie enfocados a evaluar, no una, sino VARIAS competencias (que se van traslapando y complementando) será, para los docentes interesados en usar los resultados de la evaluación para el aprendizaje, una idea atractiva y que desearán poner en práctica porque valoran el objetivo de estos instrumentos.
Quienes creen que solamente se pueden aplicar pruebas en silencio, por escrito y con stress (a la mayoría eso les parece adecuado y hasta deseable), difícilmente probarán los retos.
Ojalá que esto sea una oportunidad de volver a reflexionar y profundizar en nuestros principios educativos ¿quién es el educador? ¿para qué educo? ¿cuál es mi función como educador? ¿cuáles son los medios para favorecer el aprendizaje? ¿qué materiales son mejores? ¿cómo se debe dar el aprendizaje? ¿se aprende en grupo cooperando con otros o individualmente compitiendo contra otros? o ¿valoro el proceso educativo o solo intento medir el final?
En la medida en que sigamos aclarando estos principios y adecuándolos a lo que necesitan los alumnos, así iremos mejorando la forma de evaluar.
Gracias, siempre por cuestionar, compartir y aportar, Leslie.
Gracias Claudia por tus aportes tan valiosos siempre.