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Reflexiones de una investigadora

Habilidad nivel “scrunchi” y PISA-D

Hoy, 13 de diciembre, me di cuenta de que me quedan 18 días para cumplir mi meta del 2020 de convertirme en costurera.  Es evidente que no lograré hacerlo en tan corto tiempo y que tendré que extender el plazo de la meta un año más.  Mientras reflexiono sobre mi progreso en desarrollar la habilidad para coser, me doy cuenta de que, aunque el progreso fue lento, dominé algunas destrezas básicas.  Por ejemplo, puedo maniobrar la máquina de coser sin problema. Puedo elaborar algunas piezas simples como bolsitas y scrunchies (colitas para el pelo en la muñeca de mi mano). Puedo hacer ruedos a máquina y corregir los hoyos en los pantalones de mis dos futbolistas.  A pesar de que he superado algunos pasos y me he ahorrado pagar por que me hagan un ruedo, en realidad no estoy cerca de ganarme la vida con esta segunda profesión. 

Irónicamente tengo un diploma de costura básica que se generó automáticamente solamente por haber completado mi curso en línea. Ciertamente, en el curso en línea lo más importante era premiar mi esfuerzo por los dólares que pagué y le dieron menos importancia a mi desempeño. Sin embargo, si me dieran trabajo de costurera basado en ese diploma, indudablemente fracasaría en el empleo. Es que la habilidad para coser puede ir desde las scrunchies, hasta vestidos de princesa.  En la imagen, se encuentran tres niveles de costura.  En la primera están los scrunchies. Estos fueron confeccionados por mi hija y por mí.  Para hacerlo, requerimos cortar un rectángulo de tela, coserlo por una de las orillas e insertarle un elástico.  La camisa negra fue elaborada solo por mí.  Esta requirió más pasos, incluyendo elaborar un patrón.  A pesar de que la completé, tiene varios errores.   El vestido de princesa lo elaboró una modista de alta (altísima) costura, muy querida y cercana a mi hija y a mí.  Ni siquiera puedo describir los pasos para hacer ese vestido.  Las habilidades que adquieren las personas, como esta de coser a máquina, pueden describirse en un continuo de destrezas que van de lo simple a lo complejo.

Si para otorgarme el diploma del curso de costura básica en línea me hubieran evaluado con los scrunchies, seguro ganaría el curso con altas calificaciones.  En cambio, si me hubieran evaluado con la camisa, tal vez hubiera pasado “raspada” o hubiera perdido el curso por los errores.  Y si el diploma se basara en el vestido de princesa, ni siquiera me hubiera atrevido a hacer la evaluación.  

Este mes se publicaron los resultados de la evaluación internacional PISA-D en la que participó Guatemala.  PISA-D evalúa lectura y matemática en jóvenes de 15 años que están en la escuela y fuera de la escuela.  La diferencia de PISA-D en comparación con PISA (sin la D) es que tiene ítems en los niveles más bajos de desempeño e incluyó a jóvenes fuera del sistema.  Para usar la analogía de los niveles de costura, digamos que la camisa correspondería al nivel esperado en mundo sobre habilidad en matemática y lectura tal como ha sido definido por los países que participan en esta evaluación con la OECD.  Y PISA-D incluiría más tareas o ítems del nivel de los scrunchies.  El vestido de princesa, que requiere un alto de dominio de la costura, además de un talento artístico, sería el nivel más alto en la evaluación.  Como yo, cuando las personas decidimos aprender algo nuevo, aspiramos llegar al nivel más alto (vestido de princesa), pero si la oferta educativa nos permite lograr el nivel mínimo y funcional (camisa negra), entonces tendríamos oportunidad de obtener un trabajo, de continuar estudios y de superarnos económicamente. Por el contrario, si la oferta educativa no nos da más que la posibilidad de estar en el nivel más bajo (scrunchis), entonces no podríamos obtener un mejor trabajo ni ser autosuficiente económicamente.   Tristemente, cuando la mayoría de nosotros solo sabemos hacer scrunchies, entonces no podemos sobresalir en el mercado porque todos ofrecemos lo mismo al punto que una compañía grande puede automatizar lo único que nosotros sabemos hacer; en cuyo caso, mi habilidad actual no me es costo eficiente.

Los resultados de Pisa D muestran esta triste realidad.  La mayoría de los jóvenes de 15 años de Guatemala que están en la escuela no alcanzan más que el nivel “scrunchi” de lectura y matemática.  Peor aún, los jóvenes que están fuera de la escuela están mucho más lejos de lograr el nivel mínimo en las habilidades básicas.  Cabe mencionar, que 1 de cada 2 jóvenes de 15 años se encuentran fuera de la escuela en este país. La mayoría desertó en la primaria o al finalizarla porque ésta no llenó sus expectativas de aprendizaje y se convirtió en una barrera más que una oportunidad. La historia en matemática es peor que la de lectura.  Realmente en Guatemala los niños y jóvenes no aprenden matemática.  Además, los jóvenes pobres e indígenas aprenden menos, alejándolos aún más de la posibilidad de salir de la pobreza. Y, por si la historia no fuera suficientemente triste, estos hallazgos se encontraron antes de la pandemia.  Lo que significa que el pronóstico es aún peor para los años que vienen a menos que los padres, los docentes y los tomadores de decisión del país hagamos algo.  Aquí algunas ideas.

  1. Los padres debemos exigir aprendizaje y no solo calificaciones altas.  La sociedad y los trabajos actuales valoran lo que nuestros hijos pueden hacer con lo que saben y no los diplomas que acumulan.  Indaguemos si nuestros hijos tienen suficiente habilidad matemática y de lectura para el grado.  Observemos si nuestros hijos pueden hacer cosas más sofisticadas conforme avancen o si pasan los días y los años haciendo lo mismo una y otra vez.  Lamentablemente las calificaciones no reflejarán esto como esperamos.  Afortunadamente, en este confinamiento y con educación a distancia, podemos estar atentos a sus aprendizajes para que no lleguen a los 15 años sin estar preparados para competir nacional e internacionalmente.
  2. Los maestros debemos enfocarnos en el aprendizaje de habilidades y no en la didáctica atractiva de las disciplinas.  Para ello, debemos determinar qué debe hacer el estudiante con cada destreza que adquiere y como cada una se conecta con una subsiguiente más sofisticada.  Solo así el estudiante crecerá en su habilidad. Cuando entendamos cómo se aprenden las habilidades básicas, también podremos elegir mejor las tareas para evaluar si nuestros estudiantes están avanzando.  Dicho de otra forma, podremos diseñar evaluaciones que reflejen el nivel el scrunchi, el nivel camisa y el nivel vestido de princesa para matemática, lectura, ciencias, etc.  Consecuentemente, cuando certifiquemos el aprendizaje con una calificación o un diploma, esta reflejará el desempeño de nuestros estudiantes y no solo será una pantomima o un requisito.
  3. Todos los que de alguna forma u otra estamos involucrados en la toma de decisión y en la política educativa, en primer lugar, debemos leer el reporte. Con los detalles de este fascinante estudio se pueden diseñarán las estrategias a nivel de país que permita otorgar una oferta educativa de mayor calidad para que los niños y jóvenes permanezcan en la escuela y que ésta les provea de aprendizajes con mayor calidad.