Los padres aspiramos a la mejor educación de nuestros hijos. En el caso de quienes somos privilegiados para poder elegir una institución privada, la seleccionamos influenciados por nuestros antecedentes sociales, nuestros ingresos, el plan de estudios que ofrece la escuela, las instalaciones escolares, el desempeño escolar, la calidad de los docentes y la distancia entre la escuela y nuestra casa (Yaacob, Osman, & Bachok, 2014). Sin embargo, a menos que seamos exalumnos de la institución escolar, rara vez tenemos evidencia suficiente para juzgar la calidad de la institución educativa de nuestra preferencia, incluyendo la calidad de sus docentes. Por lo regular, es hasta que nuestros hijos comienzan a dar muestras de sus aprendizajes y empezamos a compararlos con otros niños, que empezamos a evaluar si la institución cumple nuestras expectativas o no.
Aquellos padres que no tienen el privilegio de elegir la institución a la que asistirán sus hijos porque no hay otra opción en la localidad (por cierto, la mayoría de los padres del país), de igual forma toman una decisión: la de enviar o no a sus hijos a dicha escuela. Los padres esperan que, sus hijos muestren aprendizajes como producto de asistir a la única escuela de la comunidad, tal como esperamos nosotros que tuvimos el privilegio de elegir una.
En cualquiera de los dos escenarios, es indiscutible que una escuela de calidad es juzgada como buena cuando sus estudiantes aprenden en un ambiente placentero. Los padres notamos y nos entusiasmamos cuando nuestros hijos empiezan a lograr aprendizajes relevantes, como leer y escribir, aprender otro idioma, cálculos importantes y cuando nos afirman que les gusta ir al colegio. Pero ¿qué pasa cuando no hay aprendizaje en la escuela? Desde hace unos años, cuando empezaron a evaluarse las instituciones educativas con las pruebas estandarizadas del Ministerio de Educación, se evidenció que muchos niños no están aprendiendo o están aprendiendo muy poco en las escuelas y en los colegios privados. Aquellos colegios que obtienen los mejores resultados en dichas evaluaciones han ganado cierto prestigio, que para bien o para mal, da cierta confianza a los padres de que la escuela cumple las expectativas educativas que tenían para sus hijos.
Lo que rara vez nos damos por enterados los padres de familia, es del valor agregado que las variables que influenciaron nuestra decisión para elegir la escuela o enviarlos a la única escuela de la localidad, descritas al inicio del artículo, explican en gran medida el rendimiento de nuestros hijos su vida escolar. ¿Cómo? La respuesta es simple. El capital cultural de los padres, es decir, su nivel académico, los libros que se tienen en casa, la exposición a conocimiento como el teatro, el cine, el internet, etc., sumado con el grado de involucramiento que los padres tengan en el aprendizaje de sus hijos, determinará en gran medida su rendimiento escolar. Sin embargo, a pesar del grado de involucramiento que tengamos, rara vez cuestionamos la calidad de los docentes o la calidad de la institución en general, después de todo nosotros la elegimos. Por el contrario, los padres con altas expectativas de sus hijos y de la institución brindan los soportes necesarios para que sus hijos superen las dificultades sin cuestionar la metodología con la que los docentes están enseñando. Tristemente, cuando los padres no tienen posibilidades de brindar soportes, ni otra opción de escuela a donde mover a sus hijos, optan por retirarlos. De allí los altos niveles de deserción de los países en vías de desarrollo.
Pero desde hace 70 y pico de días, en que los padres nos hemos vuelto los maestros de nuestros hijos siguiendo los lineamientos de sus verdaderos docentes, hemos observado en vivo y con lujo de detalles las metodologías con las que los docentes utilizan para educar. Y, entonces, inevitablemente juzgamos la eficiencia de dichas metodologías para implementar educación a distancia. Dicho de otra forma, esta pandemia les dio oportunidad a los padres de verificar si haciendo exactamente lo que la maestra sugirió permitió que su hijo aprendiera o no. Y si, el logro o no logro de aprendizaje se debe a la calidad educativa de la escuela y sus docentes o a la capacidad de nuestros hijos. Asimismo, la educación a distancia nos ha permitido a algunos padres modificar la instrucción de la maestra, poniéndole de nuestra sazón, como si fuéramos un tutor que conoce profundamente a su estudiante y que sabe cómo hablarle y que recursos utilizar para que pueda aprender. También los padres podemos decidir la frecuencia con que los niños practican los temas, leen, revisan su trabajo, etc. en casa. Esto participación directa en el aprendizaje de nuestros hijos nos da un rol de juez y parte en la institución educativa de nuestros hijos. Indiscutiblemente, evaluaremos el próximo reporte de calificaciones de nuestro hijo o hija, con un ojo crítico muy diferente del que teníamos hasta antes de la pandemia.
De este fenómeno surgen preguntas de investigación educativa como: ¿de quién es la responsabilidad del aprendizaje de nuestros hijos ahora? Con certeza, no es solamente de la escuela, ya que nosotros como padres tenemos bastante que ver con que nuestros hijos aprendan. ¿Cuál es realmente el valor agregado de la escuela y cuál es el de los padres? Las escuelas están haciendo su parte, pero el capital social, económico y cultural de los padres juega un papel mucho más determinante en el aprendizaje de los niños ahora más que nunca.
¿Están aprendiendo todos los niños igual? Si cada niño tiene un tutor personal no debiera esperarse el mismo aprendizaje de todos los niños. ¿Qué aspectos del entorno del hogar del niño hacen la diferencia? Habrá que determinar las prácticas que tienen los padres de niños que logran más aprendizajes en esta modalidad. Finalmente, la pregunta más controversial que he visto en las conversaciones con otros padres, ¿debieran los colegios cobrar igual por la educación de nuestros hijos? Después de todo, gran parte del trabajo ya no se lleva a cabo en las escuelas. Estas preguntas son preguntas de rendición de cuentas de las escuelas y de calidad educativa donde los padres tienen un rol muy por encima del que teníamos antes del COVID-19.
Siempre termino mis artículos con alguna recomendación que me haya funcionado como mamá maestra. Pero esta vez quisiera finalizar con una pequeña encuesta. Si tienes 1 minuto más responde estas 4 preguntas en: https://forms.gle/gFfnsFX6by2P78Gh7 , te lo agradezco. Tus respuestas contribuirán para empezar a responder algunas de las inquietudes expuestas en este artículo.